1.20.2011

cuando las obras duermen (y II) ¿ALGUIEN LA HA VISTO?

atención, atención: se ha perdido una obra llamada EL INCORRECTO. se la vio por última vez en su pre-estreno en Sevilla el 15 de diciembre de 2010. la componen dos personajes que se odian mucho, que se aman poco, que no paran de hablar y que acaban peor de como empezaron. si alguien sabe algo, por favor comuníqueselo al autor/director cuanto antes en este blog.

NOTA: la obra podría caducar inminentemente.

1.14.2011

CUANDO LAS OBRAS DUERMEN...

... cuando una obra se pone en pie, siempre debe ser en pie de guerra. Porque la escena es púlpito, y no porque lo diga yo, sino porque siempre es lo que ha debido ser. Desde la escena se nos ha enseñado a pensar u obligado a pensar; la caja negra le ha servido al ser humano como catapulta para combatir a dictadores, maltratadores, tartufos, violadores a quienes fuera de la platea cuesta tanto hundir. También sobre el proscenio se ha intervenido quirúrjicamente al Amor y el Odio ha expiado cuanto ha sido necesario.
Por ello, cuando las obras duermen, no hay discusión, no hay pensamiento, no hay combate en las tablas, pues los personajes vagan por el limbo, y de vez en cuando, asoman su cabeza -increíblemente con humildad... -  ponerse en pie de guerra.
Tal vez por ello productores y distribuidores prefieran que queden algunos personajes danzando absortos en el limbo y, como mucho, distraerlos con visitas guiadas al purgatorio, por aquello de que están mejor calladitos, mejor que se queden ahí, porque aquí dan tanta guerra...

masteatro. la critica online.

http://www.masteatro.com/critica-de-tartufo-de-viento-sur-teatro

1.10.2011

BASTARDS: the cracking door.

http://www.fundacioromea.org/index.php?page=banc_teatre_obres&obra=528&autor=303


BASTARDS, un pieza teatral alla maniera di Pinter con dosis de Genet.


Un elegía doméstica.


Una bomba-lapa bajo la mesa durante una cena familiar. Y lo más asombroso, es que los comensales -todos parientes- están deseando que les estalle en la cara.


Que la disfruten.

1.07.2011

el astrólogo fingido de la compañía "Gracias, Calderón".

... hasta hoy nunca había oído hablar yo de esta compañía llamada "Gracias, Calderón", pero desde aquí le doy las gracias por haberse atrevido con este caramelo calderoniano.

Yo tuve la suerte de dirigir esta misma obra en el año 2000 cuando estaba a cargo del Taller de Teatro Clásico de la Universidad de Sevilla. Para ello utilizamos la versión que nos "regaló" D. Rafael Pérez Sierra -uno de los directores que ha tenido la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Fue un honor trabajar tanto la adaptación que hizo de este clásico así como con él, ya que  asistió a la primera lectura con los actores y al inicio del trabajo de mesa junto con la profesora Dña. Mercedes de los Reyes, especialista en el Teatro Español de los Siglos de Oro de la Universidad de Sevilla.

Mi puesta en escena era más ortodoxa, aunque no exenta de algun que otro elemento anacrónico que servía para potenciar sutilmente la hilaridad y critica que contenía la obra.

Enhorabuena a esta compañia. He visto el trailer y me ha parecido un riesgo que vale la pena correrse.

a propósito de la puesta en escena de tartufo por viento sur teatro...

... asistí a dicha representación en el verano de 2010 en los Jardines de la Buhaira, y no vi a Tartufo. No lo vi por ningún lado. Alguien lo intentó encarnar y lo descarnó. No vislumbré al canalla que construyó Molière ni un segundo tan siquiera, por mucho que se flagelara, aflautara su voz e intentara embaucarme a mi más que sus compañeros de reparto con una sarta de encantos melífluos y estériles. No me removió lo mucho o lo poco de hipócrita que podía haber dentro de mí; no me sentí incómodo cuando aquel  supuesto Tartufo movía los hilos en el hogar que había asaltado y hundido; no sabía yo en que época  desfilaban los personajes, pues no se distinguía bien entre lo que pretendía ser el vestuario pero que quedó sólo en meros disfraces de Cortilandia. Es más honesto acercarse con humildad y discreción a una época, que pensar que se cuenta con el presupuesto y las ínfulas de una ópera de Verdi.

A mi juicio, Tartufo es la piedra en el tirachinas de cualquier director, ya que así lo dispuso su autor, y si uno está falto de fuerzas para tensar el artilugio en cuestión y romperle las gafas al señor de la décima fila, debe ser coherente estarse quieto y jugar con otra cosa, por ejemplo, un entremés. Antes de llegar a la facultad, hay que pasar por el colegio. El reparto, en manos de dicha dirección, bien podía haber defendido un entremés y no el testimonio del autor. Honestamente considero que algunos de los actores y actrices de esta puesta en escena están desaprovechados y caen en la afectación, la cantinela y las poses caducas de Estudio 1

Mientras un espectador ve a Tartufo, debe sentir hormigas por la espalda, y si es una tarántula, mejor; el que asiste a lo que destruye Tartufo, debe pensar que en su trabajo hay uno como éste al que es imposible denunciar porque tiene acaramelados al todo el equipo con su victimismo bien medido y su verbigracia bien hilada; le tienen que entrar una ganas incontenibles de llegar a su trabajo al día siguiente y espetarle en la cara al menda en cuestión: Ayer vi Tartufo en la Buhaira, y me acordé de ti. No porque te echara en falta, sino porque te vi dos horas sobre un escenario... El espectador debe dar las gracias a Molière de que lo escribiera en su día porque esos tipos nunca pasan de moda y habría que denunciarlos, y que mejor cadalso que los jardines de la Buhaira.


El texto clásico es, además de lección, ritmo; es dirigir moviendo las manos a un compás de cuatro por cuatro; es zambullir al espectador en una espiral para zarandearlo y hacerle ver que los clásicos no pasan de moda, que no huelen a alcanfor; que las palabras no estan manidas; que los títulos de los autores clásicos no deberían ser publicidad municipal a bajo coste para atraer al público despistado sino una invitación a la reflexión. El director debe encomendarse a Marsillach y a Strelher en estos casos y no a su propio ego, el mayor peligro para lo que nos dedicamos a esto.


Al igual que yo asumo en primera persona toda responsabilidad cuando mi montaje fracasa, es el director en este caso el único responsable de que yo no viera a Tartufo en la Buhaira el pasado verano.


Marsillach nos enseñó tanto con su Tartufo que ahora no puedo dejar de pensar en él.


En esta Sevilla mía que come y calla, que critica siempre en bastidores, que lo solucionamos todo con la cerveza sobre el barril y la tapa de altramuces; que aplaudimos lo infumable y que tanto valoramos los palcos en la Campana, hay que apostar por el buen teatro, y cuando no nos guste, levantarnos e irnos.

1.05.2011

©Venecia_ extracto de mi obra ©Terminal_sevilla 2009


©VENECIA_

No quisiera morir en Venecia. Ni ver tu figura recortada sobre el mar. Ni que la enfermedad  me obligue a partir antes de tiempo, pues sería alejarme de ti para siempre.

Conozco esa mirada. Conozco el trayecto, la intesidad y la luz. Conozco la cintura y conozco el placer que puedes provocar con tus dedos. Conozco Venecia. Su olor. Su calma aparente. Conozco Venecia y no quisiera morir allí. Ni sentir el impacto fatal de un roce tuyo en el ascensor, ni el despiste buscado, ni el fruto de una casualidad por tu parte o por la mía.

Conozco la altura, el insomnio y lo remoto. Conozco los labios mojados que llaman a gritos a los míos. Conozco el despertar con la mirada llena, el pecho lleno y las manos listas para el abordaje. El crescendo al acercarse la hora y el letargo hasta el día siguiente, también los conozco. El piano que adormece, tu risa que hidrata y tu cuerpo que inspira, también los conozco. Pero no quisiera verme yo corriendo tras de ti, tras tus años,  más veloces siempre que los míos, cerca del mar. Aquí, en mi boca, al pronunciarte, no hay fronteras; y allí, en Venecia, quedará sin título este romance a destiempo. Porque también conozco a la perfección los estragos de un ritmo diferente al mío, y una cadencia rota por posibles e imposibles.

Te quedarás aquí, como otros muchos, entre líneas, para releerte más tarde. Y para que Venecia siga siendo principio y nunca fin de trayecto.


Tanto la novela de Mann como el filme de Visconti inspiraron este monólogo.
Foto: Múrtula y Lozano, actores. ensayo obra ©El Incorrecto. Sevilla, 2010.