... cuando una obra se pone en pie, siempre debe ser en pie de guerra. Porque la escena es púlpito, y no porque lo diga yo, sino porque siempre es lo que ha debido ser. Desde la escena se nos ha enseñado a pensar u obligado a pensar; la caja negra le ha servido al ser humano como catapulta para combatir a dictadores, maltratadores, tartufos, violadores a quienes fuera de la platea cuesta tanto hundir. También sobre el proscenio se ha intervenido quirúrjicamente al Amor y el Odio ha expiado cuanto ha sido necesario.
Por ello, cuando las obras duermen, no hay discusión, no hay pensamiento, no hay combate en las tablas, pues los personajes vagan por el limbo, y de vez en cuando, asoman su cabeza -increíblemente con humildad... - ponerse en pie de guerra.
Tal vez por ello productores y distribuidores prefieran que queden algunos personajes danzando absortos en el limbo y, como mucho, distraerlos con visitas guiadas al purgatorio, por aquello de que están mejor calladitos, mejor que se queden ahí, porque aquí dan tanta guerra...