4.18.2012

© y jugué a ser tu dios_monólogo_



Y JUGUÉ A SER TU DIOS

DAMA………………… 40 años aprox.

Presta atención:
Yo sabía desde el principio que no ibas a aprender mi idioma. Porque los hombres tristes no aprenden otras lenguas. Porque los hombres como tú, de ojos azules que tanto callan, no necesitan las palabras, y menos aun, las que usamos en estas tierras.
Yo siempre fui una extranjera para ti, y en cambio tú, el fruto de una casualidad. Y mi casualidad y los hombres tristes no son compatibles. Y si a eso se le suma un océano de por medio, el resultado no puede ser agradable.
Aunque pudo serlo. Claro que sí. Pero como eres un hombre triste que tanto calla, confirmaste mis presentimientos uno tras otro, mientras yo consumía tus señales negativas sin darme por enterada.
¿Aguanté entonces por caridad? ¿O tuve piedad de ti al confiar en la marca que traías en la frente, símbolo de tus territorios? No sé. Quizá aguanté por lo incansable que es una, o por querer dibujarme unos amaneceres que sólo pueden ser dibujados por Dios. Y mi error fue que jugué a ser tu dios al darme cuenta de que el tuyo te ignoraba. Y a mí, ¿quién me estaba ignorando?

Leve música tribal

Recuerdo la cita, extranjero, con tus palabras de menta y el aire del norte del mundo metido en tus ojos, mientras mis dedos temblaban y mi vientre en pie de guerra sufría gozoso por ser invadido; mientras yo, llena de gracia, era asediada y tú, sobre mí, tomando impulso, embistiendo, fiera y feroz. Y temblando entraste en mí y me llenaste, y borraste de mi vida mil pecados; y yo fui concebida para hacerte al fin mi prisionero.
En mis montañas los besos corren más salvajes que aquí en las tuyas, me decías. Y por ello convertí mis piernas en montes salvajes, y te quedaste dentro, sin rechistar, ávido de una condena; y el cielo bajó hasta mi frente, y lo rozaste; y el infierno subió hasta mi espalda, y no hubo duelo; y cielo e infierno se disputaron mi alma y tú se la entregaste, sin consultarme, y por ello te condeno, extranjero... Y tanto te conmovió esta invención mía, que me eliminaste.

Silencio

Yo lo sabía todo, pero tomé el papel de dios y dejé que culminaras tu procesión marchita. Y te dejé y me dejé llevar, pero al final, para tu sorpresa, reaccioné, y comencé a hablar mi propia lengua para entenderme a mí -que falta me hacía- ya que los hombres tristes como tú no merecen ser comprendidos.

Así que préstame de nuevo atención:

Hay que dejar que el momento fluya, extranjero, dejar que palpite en su gerundio hermoso. De nada sirve detenerse a comprobar. Nada de fijar este momento en un punto donde el dolor se acomode. Todo lamento, toda lágrima por adelantado, extranjero, es y será siempre un ancla mortal.

Música tribal in crescendo




foto: Benjamín Lozano_actor.