2.12.2011

no soy tu árbol de navidad, querido...








momentum_ 35



a.- ¿Por qué no has cogido el teléfono?



b.- ¿Para qué? ¿Para darte otra oportunidad?



a.- ¿Para qué si no?



b.- Tú siempre has eligido la ocasión para las explicaciones, pero ahora soy yo la que elijo y no te quiero escuchar.



a.- Ya no sé cómo llevarte.



b.- ¿Y tú eras el que me aconsejaba eso de "déjate llevar, ricura, verás que bien"?



a.- Yo no te lo decía así.



b.- Sí que me lo decías así. Entre beso y beso para ser más exactos. Siempre estaba esa maldita frase entre nosotros cuando te abrazaba. Laisse-toi aller... Tú y tu maldito francés. La odio. Lo odio. Te odio.

a.- Me odias.

b.- Mucho. Yo sabía que al final me ibas a pedir algo a cambio de tus halagos online...



a.- Te equivocas.



b.- No. No me equivoco. Y no me uses más clichés para la ocasión. Bájate del púlpito que aquí estamos los mortales. A los que la vida les cuesta. A los que nos cuesta vivir.



a.- Yo quería que tu vivir fuera más fácil.



b.- Era tal el torrente de tus cuidados que creí incluso que me estabas descuidando. Laisse passer. Fin du jeu. Como ves, yo también se usar frases para la ocasión, y sin conectarme. Cara a cara. De frente. Sin pantallas.



a.- He apostado mucho por ti.



b.- Pues lo siento. Mala suerte. Has perdido. Yo no puedo correr al tempo que tú me marcas. He sido lenta. Tal vez soy torpe. No puedo recompensarte de la forma que a ti te gustaría.



a.- Te estás destruyendo.



b.- Que te quede bien claro una cosa: no me has salvado. Tal vez te he salvado a tí. Piénsalo. Tú me ha llamado, tú eres el interesado, no yo. Y ahora deja que todo fluya, por favor, y no te vayas a interponer en mi camino porque te apartaré.



a.- No tienes piedad. No eras así cuando te conocí.



b.- Porque sólo querías conocer mis palabras. Y así todos somos estupendos. Pero estamos hecho de carne y hueso. No podemos estar toda la vida metidos en una pantalla, ni atrincherados tras un teclado. Indudablemente no podemos formar parte de tu menú. No soy tu árbol de navidad, querido, al que puedas encender y apagar a tu antojo. La navidad no dura todo el año.



a.- Esto es insostenible.



b.- No me seas melodramático. No tienes la cámara delante.



a.- Me apetece estar contigo.



b.- Te apetece. Tú y el singular. Con lo que me gusta a mí lo de vivir en los pronombres. Vente al mundo de los mortales. No te arrepentirás. Aunque te advierto que aquí nos toca vivir un día tras otro, con sus nubes, con su lluvia y con sus 40 grados a la sombra. La semana tiene 7 días, ricura, y no sólo están los fines de semana.



a.- Nos lo pasábamos bien, ¿no?



b.- Claro. Jugando a las casitas. Y el resto de los días si te echo en falta, te admito, y si no, apago y me acuesto.



a.- No quiero convetirme en alguien como tú.



b.- ¿Y qué tiene eso de malo? ¿Que tienes que asimilar que las burbujas estallan? ¿Que alguien te puede decir un NO sin remordimientos? Vente con nosotros, con los mortales, pero si te encuentras conmigo, no vayas a besarme.



a.- Te dije que me iba a tomar un tiempo.



b.- Y te advertí que cuando tu tiempo se acabara, puede que empezara yo a tomarme el mío. Fin de partida. ¡Taxi!



a.- Yo...



b.- Suéltame, que yo ya estoy desconectada. ¡TAXI!

fundido