Cuadro V: EL ENCANTAMIENTO (monólogo nº 1)
X.- Creo haber cruzado la línea del encantamiento y haber entrado ahora en territorio enemigo. Me pregunto cómo pude emplear mis horas y mis palabras en alguien como tú. Por más razones que me quiero dar, te me desbaratas. Tu estampa se quiebra y el propósito de compartir aquel amanecer contigo, ahora cobra tintes de circo.
Triste, sí, muy triste por haber cruzado esa línea, empujado por tus evasivas y por tus distancias tan bien marcadas. Una vez rematé yo un pensamiento mío con una idea que decía: sé, a ciencia cierta, que tú nunca vendrás a buscarme. Y ahora pienso que no tienes por qué venir, que yo ya estoy buscado; que a mí se me encuentra cuando quieras y donde quieras: con pronunciar mi nombre, con marcar mi número de teléfono, con acercarte y nada más.
Tu situación sí que merece una búsqueda urgente. Pero yo ya quemé todas mis naves; aquéllas que fueron dispuestas en su día para conquistarte ahora se me presentan en pleno incendio.
¿Dónde estás? O mejor debería decir: ¿por dónde caminan tus pensamientos? Si ya dije que tu mirada no parecía de este mundo, déjame adivinar a qué mundo viajan tus pensamientos. Siempre volando, mi querido niño, y ahí te voy a dejar, porque sé que te encuentras cómodo con esas piruetas en el aire, como mis castillos, en el aire...
Pero qué triste sé está aquí, en esta tierra del desencanto. Así que procuraré que mi pensamiento no vuele demasiado alto. ¿Y sabes para qué? Para que él no se encuentre jamás contigo.
(de EL PERRO DEL HORTELANO, Lope de Vega)
TEODORO: Nuevo pensamiento mío,
desvanecido en el viento,
que con ser mi pensamiento, de veros volar me río,
parad, detened el brío,
que os detengo y os provoco;
porque si el intento es loco,
de los dos lo mismo escucho, aunque donde el premio es mucho,
el atrevimiento es poco.
Y si por disculpa dais
que es infinito el que espero,
averigüemos primero,
pensamiento, en qué os fundáis.
Vos a quien servís amáis;
diréis que ocasión tenéis,
si a vuestros ojos creéis; pues, pensamiento, decildes
que sobre pajas humildes
torres de diamante hacéis.
desvanecido en el viento,
que con ser mi pensamiento, de veros volar me río,
parad, detened el brío,
que os detengo y os provoco;
porque si el intento es loco,
de los dos lo mismo escucho, aunque donde el premio es mucho,
el atrevimiento es poco.
Y si por disculpa dais
que es infinito el que espero,
averigüemos primero,
pensamiento, en qué os fundáis.
Vos a quien servís amáis;
diréis que ocasión tenéis,
si a vuestros ojos creéis; pues, pensamiento, decildes
que sobre pajas humildes
torres de diamante hacéis.