10.15.2011

crítica THEATER TUIG_schraapzucht_ FEST sevilla 15 octubre





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Segunda parada y posta en el FEST. Esta vez el topo localizado sobre la gran explanada del Monasterio de Santa María de las Cuevas, en el antiguo recinto de la Expo 92. Sobre césped y con la fachada del monasterio al fondo, la maquinaría de cuerdas y poleas, el misterioso juguete renacentista del artista Marc van Vliet nos alecciona sobre la Avaricia.


Rodeando al artefactum, nosotros, el público/los mortales, sentados en sencillas baldas de madera dispuestos a presenciar un enigma con la actitud de un niño; una incógnita intrigante que se va desenredando como las múltiples sogas que engalanan a dicho artefactum para contarnos algo aparentemente naive, pero tan justo y necesario como que no somos dueños de nada, que nada de lo que poseemos es transportable cuando nos despedimos para siempre; que pensamos que todo lo que podemos tocar es posesión nuestra y absoluta; que el disfrute puede ser perpetuo, que la relajación mientras permanecemos tumbados, el calor que nos proporciona el fuego puede ser, sino eterno, al menos duradero mientras nosotros, los que nos creemos infalibles, genuinos, gigantes, merecedores y hacedores, lo deseemos u ordenemos. No obstante, si nos sentamos sobre las sencillas baldas de madera, a modo del circo aislado que dispone Theater Tuig, si nos dejamos embaucar por los acordes electrónicos acertados, si ponemos un mínimo de atención en su coordinada, exacta actividad escénica, en lo doméstico, en lo cotidiano transmutado en síntesis de lo superfluo, podríamos aprender que los hilos que nos mueven, aunque queramos pensar que nosotros somos los artífices, penden de unas Manos superiores, y, que si se nos ocurre ofender a esas Manos, si le alzamos la voz a algún dios del Olimpo por muy ridículo que éste nos parezca, él sabrá muy bien qué hacer con nuestras vidas, igual de eficaz que Marc van Vliet lo sabe hacer con su audiencia, con nosotros, con los mortales.

Segunda parada en el FEST. Segunda satisfacción. Welcome to Elsinor o bienvenidos a Sevilla.

crítica EL ALMA EN UN HILO. cía luca nicolaj. sala la fundición.sevilla.oct 2011.








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Arranca mi particular FEST -festival escénico contemporáneo de Sevilla- en la Sala La Fundición, uno de los topos en donde se irá desarrollando este acontecimiento hasta el 22 de octubre. La pieza que vi ayer: El alma en un hilo de Luca Nicolaj, con Manolo Caro, Pau Cólera y Marga Morales. Hasta el domingo.


El tema es obvio: su cartel nos prepara y advierte: la muerte. Obvio y arduo a la vez. Tantas las versiones, tantos los puntos de vista que se han establecido para subir a la Muerte y a nosotros frente a ella a escena, que sólo cabe considerarlo, además de un valiente atrevimiento, una responsabilidad para con el espectador. El rasero se lo puso alto el propio Nicolaj, y éste a su vez a su terceto de intérpretes. Y de paso, al público que asiste. Pirandello sostenía que al espectador hay que meterle el dedo en el ojo, que no se ha de quedar en la butaca sin más ni más, cómodo, pasivo… La propuesta de Nicolaj es, a mi parecer, la misma. Sin embargo, dado los tiempos que corren de espectadores impacientes y “sobrados de sabiduría”, esa fiereza pirandelliana queda transmutada por este director/autor en un espectáculo donde las palabras se van quedando a medio camino entre el personaje y el espectador, queda interrumpido el sentir del personaje casi hilvanado, acaso un par de puntadas; por ende, el texto debe escrito y reescrito por nosotros mismos: es nuestro deber, y por ello alabo esta propuesta escénica; debemos rematar lo que se nos va lanzando desde las tablas, ya que en esto se basa El alma en un hilo, en palabras del director: “me he detenido en el proceso de la muerte considerándolo una cita con uno mismo”.


Instantes de elegancia visual repartidos durante esta performance elaborada: no se pierdan a Marga Morales “leyendo” flores, o el frenetismo danzante de espasmos divertidos que agradecemos a Pau Cólera; o el maestro de ceremonias en ese limbo, ese cuadrilátero/osario que interroga sin querer con histrionismo controlado a sus compañeros de ¿viaje? de Manolo Caro.


El resto de muralla árabe que quedaba al descubierto al fondo de la caja de la Fundición dotaba al espectáculo de la aridez y realidad necesarias. Un acierto.

Al final de la obra, como autor y director, le comuniqué a Luca Nicolaj mi parecer sobre su espectáculo agradecíéndole que me dejara/nos dejara una puerta abierta a esa forma de puesta en escena donde la rareza de cómo se siente el texto junto con el tejido de luces, elementos y música, aparecen como una vía abierta para aquéllos que nos dedicamos a contar los temas de siempre. Y como decía ayer Manolo Caro: “la vida nos engaña, pero la muerte, no”. Y el Teatro, ¿nos engaña?