Extractos de mi opinión sobre dicho espectáculo ayer. El resto en:
http://www.masteatro.com/critica-de-el-cafe-la-comedia-del-dinero/
"... … el reparto derrocha energía por los poros y, con el único contacto de un beso, sin existir más que un martilleante verbal fencing, ni siquiera un cruce de miradas, provoque, desate murmullos imparables durante las casi dos horas de representación en señoras con laca abundante y señores con ojos como platos antes la curvas peligrosas y chascarrillos visuales y cabareteros de las actrices... "
" ... … todo está más podrido que en el reino de Dinamarca, que todo haga aguas, que lo de por el interés te quiero Andrés, el hoy por ti mañana por mi, el cría cuervos que te sacarán los ojos, el si tú, reina, yo emperatriz, sean máximas cáusticas en un lodazal que salpica pus a nuestra cara con más rotundidad que un telediario; porque ahí radica la excelencia de este montaje descarnado: no en hacernos meditar, sino en reñirnos, en insultarnos justamente por eso: porque no nos estamos deteniendo el tiempo adecuado para detenerlo: ande yo caliente… Seguimos comentando en bastidores y quejarnos sólo de un día para otro. Jemmett/Fassbinder lo demuestran: remover, conmover, promover pensamientos, conductas. El reparto nos ayuda y se abre en canal hasta el agotamiento -me gusta esa suspensión, ese detenimiento por la extenuación de la comunicación de sus mensajes, regidos por el verso de Yeats “miradas en blanco, despiadadas como el sol”. Y surge la magia: una cancioncilla country opera a modo de bufón y, tranquila, sencilla y pícaramente, y nos canta el genocidio de los bancos y sus alegres banqueros, sus consecuencias nefastas y lo más crucial: que fue, que es y que seguirá igual. Y nosotros, en suspenso, con las miradas en blanco, despiadadas como el sol…"
" ... … Goldoni, quien, como tantos otros, empezó a levantar la alfombra con sumo cuidado, así, como quien no quiere la cosa, y comenzara a espolvorear la suciedad y darle forma sutil y nos dejara el retrato de una sociedad que él mismo consideraba ya hedionda, y más en Venecia: celestial por arriba, pútrida por abajo, como cualquier ciudad sureña que sólo vive de su pasado glorioso y que fue -y puede seguir siendo- nido de hampones, pícaros y contrabandistas: eso sí, alegre donde las haya, como en este café: allegre, vivace ma non troppo, con afán suicida... "