3.24.2012

crítica LUCIA DI LAMMERMOOR_teatro de la maestranza, sevilla, 23 marzo


un extracto de mi crítica LUCIA O LA VIRTUOSA DELL'AMORE.

el resto en:

http://www.masteatro.com/critica-de-lucia-di-lammemoor

"... A destacar, el arpa y la flauta travesera que dobla esta última la más famosa aria de locura de la música donde La Cantarero pone en pie al respetable (Atto II, scena v) con su mágica cabaletta o, como dijo aquél, “pirotecnia belcantista”. Arias di bravura para dar y regalar constituyen un auténtico maná para los oídos. Carlos Tarín habla de “ese prodigio de invención melódica que es “Il dolce suono” y que “acompaña a la cadenza de la solista”. La Cantarero, prácticamente única fémina de la ópera que encarna la afrenta de, no sólo hacer honor al título demostrándolo con su voz -altísimo handicap- sino el aspecto social de una mujer herida y sometida frente a un mundo de hombres. La soprano, quizá algo fría al comienzo, nos conduce impecablemente hasta lo sublime al final de su recorrido con sus límpidos agudos. La intérprete se muestra más a gusto en registros ligeros. Simón Orfila -bajo- consigue también su ración de aplausos y vítores dada su soberbia interpretación. Ya lo conocíamos, sirva como dato curioso, por su participación en el homenaje que se le brindó al que fue su maestro Alfredo Kraus en el Teatro de Capitanía de Sevilla en el año 1995 cuando Kraus actuó en “Werther” en la capital. Sin embargo, Stephen Costello -tenor- a pesar de su gran voz y buenos medios, se le requiere más matices, más lirismo, excelente tal vez, para un repertorio más verista que éste. Apropiado y matizado, agudos notables en el barítono onubense Juan Jesús Rodríguez que ha participado, no sólo en óperas como “La Bohème” o “Il Trovatore”, sino en zarzuelas como Luisa Fernanda. Con el Oh, qual funesto avenimiento! (atto II, scena iv) el Coro despliega su poderío, la orquesta empasta. Admirable el juego cromático del vestuario del coro, con sus tonalidades verdáceas y burdeos dispuestas sobre fondo oscuro recreando una visión amablemente pictórica.
La dirección de escena, a cargo de Giulio Ciabatti, se enmarca dentro de lo previsible donde el hieratismo, la rectitud tal vez en movimientos, contención, paradoja incomprensible para con el espíritu de la obra. Se echa en falta ese empuje, esa desmedida romántica per se en la puesta en escena, ese artefacto grandioso para un gigante como Donizetti. Cierto es que el Coro parece deslizarse y aparecer casi por arte de magia. Lástima que la alfombra pedregosa ideada para la ocasión impida a los intérpretes una mayor comodidad y mejor movilidad en cada momento..."