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Arranca mi particular FEST -festival escénico contemporáneo de Sevilla- en la Sala La Fundición, uno de los topos en donde se irá desarrollando este acontecimiento hasta el 22 de octubre. La pieza que vi ayer: El alma en un hilo de Luca Nicolaj, con Manolo Caro, Pau Cólera y Marga Morales. Hasta el domingo.
Arranca mi particular FEST -festival escénico contemporáneo de Sevilla- en la Sala La Fundición, uno de los topos en donde se irá desarrollando este acontecimiento hasta el 22 de octubre. La pieza que vi ayer: El alma en un hilo de Luca Nicolaj, con Manolo Caro, Pau Cólera y Marga Morales. Hasta el domingo.
El tema es obvio: su cartel nos prepara y advierte: la muerte. Obvio y arduo a la vez. Tantas las versiones, tantos los puntos de vista que se han establecido para subir a la Muerte y a nosotros frente a ella a escena, que sólo cabe considerarlo, además de un valiente atrevimiento, una responsabilidad para con el espectador. El rasero se lo puso alto el propio Nicolaj, y éste a su vez a su terceto de intérpretes. Y de paso, al público que asiste. Pirandello sostenía que al espectador hay que meterle el dedo en el ojo, que no se ha de quedar en la butaca sin más ni más, cómodo, pasivo… La propuesta de Nicolaj es, a mi parecer, la misma. Sin embargo, dado los tiempos que corren de espectadores impacientes y “sobrados de sabiduría”, esa fiereza pirandelliana queda transmutada por este director/autor en un espectáculo donde las palabras se van quedando a medio camino entre el personaje y el espectador, queda interrumpido el sentir del personaje casi hilvanado, acaso un par de puntadas; por ende, el texto debe escrito y reescrito por nosotros mismos: es nuestro deber, y por ello alabo esta propuesta escénica; debemos rematar lo que se nos va lanzando desde las tablas, ya que en esto se basa El alma en un hilo, en palabras del director: “me he detenido en el proceso de la muerte considerándolo una cita con uno mismo”.
Instantes de elegancia visual repartidos durante esta performance elaborada: no se pierdan a Marga Morales “leyendo” flores, o el frenetismo danzante de espasmos divertidos que agradecemos a Pau Cólera; o el maestro de ceremonias en ese limbo, ese cuadrilátero/osario que interroga sin querer con histrionismo controlado a sus compañeros de ¿viaje? de Manolo Caro.
El resto de muralla árabe que quedaba al descubierto al fondo de la caja de la Fundición dotaba al espectáculo de la aridez y realidad necesarias. Un acierto.
Al final de la obra, como autor y director, le comuniqué a Luca Nicolaj mi parecer sobre su espectáculo agradecíéndole que me dejara/nos dejara una puerta abierta a esa forma de puesta en escena donde la rareza de cómo se siente el texto junto con el tejido de luces, elementos y música, aparecen como una vía abierta para aquéllos que nos dedicamos a contar los temas de siempre. Y como decía ayer Manolo Caro: “la vida nos engaña, pero la muerte, no”. Y el Teatro, ¿nos engaña?