1.03.2011

simplemente julia. monólogo antiguo.

SIMPLEMENTE JULIA

"Nunca puede haber enemistad entre quienes componen música juntos, al menos mientras dure esta música" Hindemith.

Julia, si ahora mismo me llamaras por teléfono, abriría un paquete de croquetas, y mientras las fuera friendo una por una, me hundiría en la alegría jamas soñada. Pero esas croquetas nunca se hacen por dentro. Nos engañan, porque al masticarlas, crujen, pero su interior está indudablemente frío. Disfrutabas con estas comparaciones, y ahora lo comprendo.

Julia, todos los compactos están manoseados. Desde Haendel hasta Fitzgerald. Ya no hay tila, ni valeriana, ni somníferos que estiren tu nombre, Julia, que lo doblen, que lo tuerzan, que lo enrollen, y que lo arrugue como una bolita de papel para arrinconarlo en el fondo de un cajón, bajo llave. Conservo la llave, elegido está el cajón, pero sólo me falta el nombre, tu nombre: Julia.

Las croquetas se deshacen en la boca. Sus cubiertas crujientes me reconfortan. Llego hasta su centro y, al masticar sus grumos helados, la carne se me pone de gallina.

Julia, Julie... ¿Habrás llegado ya a tu ciudad natal? ¿En tren o en transatlántico? Te aterran los aviones, lo sé. Me dejaste muy claro que nada de nubes esta vez. Tierra firme. El firmamento, para los poetas. ¿Y qué hay de la carta prometida? Te regalé sobres, papeles apropiados, plumas y tinta. Usalas allá donde estés, envíame pedacitos de ti y de todo aquello que te rodee.

Nos encantaba ponernos melodramáticas y meternos en vena el espíritu de la Garbo. Estábamos... estamos bastante perdidas...

Julia, he perdido no sé cuántos kilos componiendo otra canción. El estribillo por supuesto contiene tu nombre. Las estrofas te escriben y te comparan con un diosa para luego mutilarte. Se trataba de ponerlo todo como la habitación de un niño. Todas nuestras cosas al aire, en cestas gigantes para que los demás las contemplaran.

Julia, tráeme esa flauta y una guitarra. Sólo eso. En mi carpeta respira la canción que dejamos a medio terminar. Tus ojos empezaron a investigar mi memoria y rayaron todo lo que se encontraron a su paso. Nuestra melodía quedó distorsionada. Presión sobre presión. Y fin...

Si te empeñas, podemos probar con el piano. Pero ya sabes: no hay espacio. Tanto el piano como tu corazón rozaríais al entrar, arañando quicios, astillando marcos, estropeando puertas y paredes recién pintadas.

Si me visitas, mejor te recibo en el porche. Prefiero que sea allí, en la gran silla de mimbre, con las piernas cruzadas, con tu pamela y tu pañuelo de Christian Dior protegiéndote de todo. Te haré varias fotografías. Exprimiré el atardecer para que las sombras se estrellen bajo tus pómulos. Así no tocarás nada, quietecita, en mi porche, como una reina en su trono de mimbre.

¡Basta de huellas sobre mis posesiones! Te excitaba hablar así, en plural. Las eses y tus dientes grandes y blancos al pronunciarlas parecían un cascabel encantado que taponaba mis oídos. Una vez pronunciada la palabra, me enseñabas un letrero que decía the end y posabas como la Garbo. Y cuando te agotabas, como Marlene. Y todo se acababa o empezada otra vez... aunque yo ya no sé si una cosa o la otra. Y digo yo que qué más daría... Julia, mi Julia, en su laberinto, es decir, en mi.

Qué mal me han sentado las croquetas. No me importaría que aparecieras por esa puerta con tu piano, reventando tabiques si hiciera falta. Tus dedos como colas de peces, aleteando sobre las teclas blancas y negras, negras y blancas; blancas como tus dientes, y negras como tu alma...

Acariciarme es pronunciarte, hablar de ti en voz alta es como expurgar sin uñas...

Julia, Julie...

Julia, unas notas, un acorde, y tú otra vez, fría y apetitosa. Y yo aquí sola, desterrada, con mis pechos haciéndose preguntas sobre ti. Te echan tanto de menos... Hay días en los que me peino igual que tú para distraerlos, pero no sé si se lo creen.

¿En qué estación estarás ahora? ¿En qué puerto? Seguro que me has vuelto a engañar y estás arrepanchigada en un Jumbo sobre volando mi casita y mi jardín y mi porche y el gran trono de mimbre. Cantarías a la perfección el estribillo que lleva tu nombre si las dos diéramos marcha atrás.

¿Me harías por favor una docena de croquetas caseras? Estoy convencida de que era tu ternura lo que las mantenía tan cálidas por dentro... Mi querida Julia, Julie o simplemente Julia.

(Monólogo interpretado por la actriz Nieve de Medina en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Publicado por la Asociación de Autores de Teatro.)

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