(...) Para que una pareja nazca deben darse dos acontecimientos a la vez: el tempo de cada una de las partes ha de coincidir con el tempo de la otra, así como la aceptación de que esa coincidencia no va a desvanecer.
Sabemos que si alguna de esta "leyes" se incumple, uno de los dos se convertirá automáticamente en el incorrecto; aquel que no acepta, que no lucha y que se rinde; aquel cuyo modus vivendi o actanti simule el de una avestruz.
En esta pieza, como en tantas otras, se expone una acción y un comportamiento. La acción: la no-acción. El comportamiento: la cobardía. Hay obras inmóviles, y por ello, angustiosas: sabemos que Vladimir y Estragón no se movieron y que Godot nunca apareció. Sabemos que Maggie, la gata, brincará siempre sobre el tejado de zinc caliente ante la cobardía beoda y lacerante de su amado.
Sabemos también - nos guste o no- que el teatro no se hace para responder, sino para cuestionar. La ciencia responde y el arte expone. El público paga su entrada para volver a su casa peor de lo que vino, porque de lo contrario iría a su psicoanalista, aunque a veces lo mismo es. No hay respuestas. El texto teatral no responderá más que a su propia naturaleza: inacabada, efimera y oscura. Y lo sabemos... (...)
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