X.- Me ha sorprendido que esta vez les hayas zampado un no rotundo.
Y.- A ti te gusta que te sorprendan, ¿o ya no?
X.- Pues sí. Lo admito. Aunque esta vez la sorpresa ha sido mucho mayor: no has acudido a su llamada. Su llamada que para ti siempre ha sido así como "la llamada de la selva"...
Y.- (Sonríe)
X.- Estarás haciendo de tripas corazón atada a ese “no” impropio de ti.
Y.- Querido, a veces somos como las putas, peor aun que las propias putas: una toilette con esmero hace las veces de una confesión con el mejor cardenal de turno, un maquillaje acertado vale más que cien avemarías, y con tal absolución brillando en la entrepierna, nos lanzamos al siguiente proyecto sin dilación: ésa es la esencia de la farándula.
X.- ¡…poner la otra mejilla! (Ríe)
Y.- (Grave) Y lo que no es la mejilla...
X.- (Ríe)
Y.- ¡No te burles!
(Silencio)
Y.- Me refería al alma. Eso es lo que ponemos además de la otra mejilla: el alma. De ahí que seamos incombustibles. De ahí que las tres caídas de aquél den risa comparadas con las nuestras. De ahí que una palabra en la escena baste para sanarnos. El problema viene cuando hay que soltar un “no” a tiempo y un “sí” a tiempo; cuando debemos ser estrategas, párvulos o sirvientas de palacio. Nuestras decisiones, dentro o fuera de las tablas, o dinamitan o siembran flores. Al alma, imbécil, a eso me refería.
(Silencio)