Luz.
X.-... y después me dediqué de lleno a no mencionarte. En mi mente bailaban las letras de tu nombre y yo lo dibujaba con mis dedos en cada pared. Y a pesar de todo, el fracaso: cada noche me giraba en la cama a ver si aparecías allí, como por arte de magia; para pegarme a ti y propulsarnos hasta no sé qué planeta. Y siempre un piano de fondo, acorde con la situación imaginada; acorde con todo ese humo que se evaporaba sin más ni más y que seguíamos con la mirada hasta aniquilarlo. Que sepas que te evitaba con la misma fuerza con la que mis ojos buscaban los tuyos. Y cuando creí lograrlo, abrías una zanja; y al caer yo en ella, tu sonrisa y tu engaño -que lo mismo es- me animaban a salir de allí no sé muy bien por qué motivo.
Pausa breve.
Y.- No sé hasta qué punto son imaginaciones tuyas.
X.- O tuyas.
Y.- O mías...
Pausa.
X.- Si hemos dejado pasar algo, dime, ¿qué es ese algo que hemos dejado pasar?
Y.- ¿Hay algún oráculo por aquí cerca?
X.- Si lo hubiera, ten por seguro que estaría cerrado para nosotros. Tú y yo lanzamos las flechas para serviles de objetivo con total tranquilidad.
Y.- Tú más que yo.
X.- Piensa lo que quieras. Estoy cansado. No quiero descodificar más. Que me lleguen los signos de cualquier naturaleza salvo que sean como los tuyos. Entonces podré irme en paz cuando me llegue la hora.
Pausa breve.
Y.- La despedida, supongo.
X.- ¡Por fin pareces entenderlo! ¿No crees que este es el momento ideal? ¿O es que lo quieres estirar más hasta que se nos rompan todos los músculos? Esto sólo supone centrifugar los sentimientos.
Y.- Esto es lo que más me gusta de ti: tus metáforas.
X.- Y a mí lo que menos. También me cansan. Me cansa todo. Me cansa hasta decir que estoy cansado.
Y.- ¿También sugieres tú aquí otro fundido en negro?
X.- Yo sólo ordenaría que se hiciera la oscuridad sobre los dos para siempre.